INTRODUCCIÓN
Las dificultades que plantea el uso de las palabras
"clase trabajadora" o "movimiento obrero" al hablar, o
mejor escribir, de la historia de América Latina a partir del año 1930 resulta
una tarea compleja.
En primer lugar porque la utilización del término clase
trabajadora, supone una homogeneidad de origen social, actitud, organización, imposible
de justificar en muchos casos. En otros, como en el caso de Argentina o Chile,
un fuerte sentimiento de identidad de clase estuvo vinculado a claras
orientaciones políticas.
Lo cierto es que ciertas categorías o grupos de trabajadores
terminaron definiéndose, o siendo definidos por otros, como una clase
trabajadora y las consecuencias de esa definición cultural afectaron y
modificaron su forma de pensar el mundo y actuar en él.
Sin embargo muchos trabajadores latinoamericanos se veían a
sí mismos en términos más difusos, dentro de una categoría social mayor:
"los pobres", "el pueblo".
Estas formas diversas de identidad social y sus luchas
políticas, han sido un elemento fundamental en la organización del movimiento
obrero en América Latina, más precisamente los sindicatos.
Para empezar ¿Que es un sindicato? Veamos su significado
etimológico: la palabra sindicato tiene sus orígenes en la antigua Grecia. Síndico
es un término que empleaban los griegos para denominar al que defiende a
alguien en un juicio. Más adelante se utilizó la palabra síndico para denominar
aquello que afectaba a la comunidad o que era comunitario. La palabra está
formada por el prefijo syn, que significa "con", más dike que quiere
decir "justicia".
Es así como la palabra sindicato deriva de síndico y de su
equivalente latino syndicus que significa "con justicia"; así se le
designaba a la persona encargada de defender los intereses de un grupo de
personas, o sea el procurador dedicado a la defensa de una corporación.
Desde la definición mas estricta del Derecho Colectivo del
Trabajo, el sindicato es una forma asociativa con características peculiares
que nace del interés colectivo explicito de una pluralidad de personas para
llevar adelante la realización de intereses considerados comunes.
Desde los comienzos de la organización, el movimiento obrero debió
enfrentar las dificultades planteadas a la hora de desplegar sus estrategias
para la consecución del interés común, que se manifestó en tensiones y
divisiones organizativas, ideológicas y políticas, además de la persecución y
represión por parte de los estados en los primeros tiempos, por ejemplo la
llamada “Ley de Residencia” de 1902 que fue utilizada por sucesivos gobiernos
argentinos para reprimir la organización sindical de los trabajadores,
expulsando principalmente a anarquistas.
La importancia de la política gubernamental siempre ha sido
alta para los trabajadores organizados en América Latina y ha hecho que el
interlocutor directo fuese el estado más que la patronal. Los actos de los
sindicatos han ido dirigidos mayormente al estado, y las estrategias básicamente
han sido de enfrentamiento o cooperación.
En los años treinta y cuarenta las exigencias de ampliación
de la ciudadanía estuvieron estrechamente vinculadas a las luchas a favor de la
institucionalización de los sindicatos obreros, que se consideraron a sí mismos
como los representantes de las aspiraciones de una entidad mayor: “el pueblo”.
La ciudadanía significaba, además del derecho al voto (masculino), el derecho a
la dignidad personal y a un nivel de vida apropiado.
¿Es posible comprender en la actualidad el presente del
sindicalismo Latinoamericano, de cara a una integración regional tanto tiempo
negada como impedida? ¿Cuál ha sido el devenir histórico de un movimiento que
ha debido enfrentar desde la prohibición hasta la sumisión por parte de los
estados? ¿Cómo han podido “sobrevivir” a la sangrienta represión desplegada por
las ultimas dictaduras militares desaparecedoras? ¿Fueron capaces de detener o atenuar el
arrollador embate del neoliberalismo privatizador de empresas y precarizador
del trabajo?
En este sentido los sindicatos en Latinoamérica han tenido en
las últimas décadas desafíos, sino comunes, al menos similares. Sin embargo las
respuestas a estos desafíos han sido diferentes. ¿Por qué? Más allá de los
resultados concretos de estas respuestas, ¿qué es lo que nos puede dar una
pista para intentar explicarlas? El modelo sindical construido históricamente
en cada caso, puede ser una respuesta a estas preguntas y comenzar a darnos
pistas para explicar el porqué de respuestas diferentes ante un mismo desafío.
DESARROLLO
Las repercusiones políticas de la crisis económica de 1929
afectaron profundamente a la población trabajadora de América Latina al surgir
la industrialización por sustitución de importaciones, cambiando la manera de
centrar la atención en los conflictos políticos y económicos.
En el terreno político se lanzó una ofensiva general contra
la dominación oligárquica y los sindicatos debieron reorientarse de acuerdo con
estos nuevos movimientos políticos.
En Argentina los gobiernos conservadores dominaron la escena
política durante la “década infame” que se extendió desde 1930 hasta 1943, y se
opusieron a la idea de que los trabajadores participaran en la vida política.
Sin embargo en el año 1930 es fundada la Confederación General del Trabajo
(CGT) al fusionarse las centrales preexistentes. Durante esta época los
sindicatos se mantuvieron a la defensiva y el número de sus afiliados era
relativamente escaso. A partir de 1943 se iniciara un crecimiento
ininterrumpido debido en parte al crecimiento de la industria y a la
institucionalización de las relaciones laborales por medio del Departamento de
Trabajo.
Durante ese periodo los líderes socialistas ocuparon la
posición dominante dentro del sindicalismo argentino, sobre todo en los
sindicatos ferroviarios. Pero también los comunistas lograron un avance
importante en los sindicatos de la industria cárnica, la construcción, textiles
y metalúrgicos.
Fueron épocas de transformación social y cultural de la clase
trabajadora argentina. Al cesar la inmigración masiva de europeos y el aumento
de la migración a Buenos Aires desde el interior del país; lo que el historiador
Romero ha llamado la sociedad de masas.
Atrás quedaba la fase de un “sindicalismo heroico”, combativo
y contestatario formado por inmigrantes de la Europa pobre, que venían huyendo
del hambre pero también de las experiencias autoritarias en sus países de
origen, y que trajeron consigo un rechazo casi genético a la autoridad y que
protagonizaron reclamos organizados inéditos en el contexto latinoamericano
como las huelgas de la Patagonia liderada por los anarquistas.
Cuando Perón asumió la Secretaria de Trabajo y Previsión en
1943, estableció una serie de derechos laborales y logro encolumnar a casi
todos los sindicatos bajo el paraguas del estado.
Sin llegar al extremo de Vargas en Brasil, que se aseguró el
control absoluto de los gremios, el primer peronismo logro crear un potente
conglomerado de sindicatos adictos que con el tiempo se convirtieron en su
principal eje político y organizativo.
La estrategia peronista consistió en hostigar a los
sindicatos independientes (léase no peronistas), fundar sindicatos paralelos y
utilizar la influencia del Ministerio de Trabajo para recompensar con aumentos
salariales a los sindicatos peronistas. El precio pagado por los sindicatos fue
la paulatina sumisión al estado y la señal más clara de esto fue la
promulgación de los “derechos del trabajador” que no contemplaba el derecho a
huelga.
Peronismo y sindicalismo fueron sinónimo durante los 50, por
eso fueron el blanco principal de todos los gobiernos autoritarios posteriores
a 1955. Sin embargo a diferencia de Brasil, donde el régimen militar quebró de
un día para el otro la espina dorsal del sindicalismo varguista, en Argentina
logro resistir (véase Resistencia e Integración de Daniel James) y presentar
batalla en el heroico “Cordobazo” del 69 con Agustín Tosco a la cabeza. Ni
siquiera la última dictadura genocida en los 70 pudo acabar con los gremios
peronistas; que resurgieron en la democracia del 83 escasamente renovados.
Revivía así un sindicalismo potente, que puso límites y
jaqueó permanentemente al gobierno de Alfonsín.
Mientras que en Brasil el “novo sindicalismo” liderado por la
Central Única dos Trabalhadores (CUT) de Lula surgió de la lucha contra la
dictadura, en Argentina hubo que esperar hasta la reforma de los 90, para ver
un impulso de renovación sindical protagonizado por la Central de Trabajadores
de la Argentina (CTA) creada en 1991 por un grupo de sindicatos que pertenecían
a la CGT, disconformes con las políticas neoliberales del gobierno de Menem. También
en esta sintonía estuvo el Movimiento de Trabajadores Argentinos de Hugo
Moyano, una línea interna que sin romper definitivamente con la CGT se opuso a
muchas de las políticas de aquellos años. Pero la realidad fue que
mayoritariamente acompañaron las reformas del salvaje estilo que caracterizó al
neoliberalismo argentino.
¿Representó el sindicalismo argentino los intereses comunes
de los trabajadores? Seguramente una respuesta negativa sería un tanto
apresurada.
Paradójicamente mientras se registraban cifras que llegaban
al 20% de desocupación, también disminuía la conflictividad laboral.
¿Alguien puede negar que los perdedores del nuevo modelo
fueron los trabajadores en su conjunto? Seguro que no, pero para no pecar de
ingenuos, debemos radicalizar aún más el planteamiento. Intentemos el
siguiente: ¿Quiénes fueron los ganadores y los perdedores del nuevo modelo? O
para expresarlo en otros términos los beneficiados y los perjudicados.
Basta recordar el desmantelamiento de la red ferroviaria y el
aumento del comercio regional en el Mercosur para encontrar a los primeros en
el crecimiento del gremio de los camioneros; y el achicamiento del rol del
estado para encontrar a los segundos, docentes y estatales. No es casual que la
CTA haya surgido de allí.
A esta altura queda claro que el sindicalismo argentino no da
puntadas sin hilo. A las clásicas concesiones, por cierto bien peronistas, como
el monopolio de la conducción, el control de las obras sociales y el manejo de
enormes recursos, surgieron otras nuevas de inspiración menemistas como la
participación de los sindicatos en nuevos negocios: trenes, salud, aseguradoras
de riesgo de trabajo, etc. Nacía el sindicalista-empresario negociador del
sudor de sus representados.
Tras la crisis de los años 2001 y 2002 el país se puso en pie
de movilización, se levantaron sus sectores más vulnerados, los pobres más
pobres, los in-visibles. Por la misma época en el resto de Latinoamérica y
antes también, surgieron los llamados movimientos sociales, que no son
representados por ningún sindicato por la sencilla razón de no tener trabajo.
Fueron los protagonistas de las protestas en Cochabamba y el
altiplano boliviano en el año 2000 en la llamada “Guerra del Agua” donde
organizaciones barriales, campesinas e indígenas lograron frenar el proyecto privatizador del
agua, hasta la que caía del cielo, desplazando a un segundo plano la actuación
de la otrora combativa Central de Obreros de Bolivia(COB).
En Argentina “los piqueteros” surgieron en la provincia de
Neuquén cuando la estatal YPF paso a manos de la internacional Repsol con la
pérdida de miles de puestos de trabajo. El corte de rutas y la quema de
neumáticos los colocaron en las primeras planas de diarios y televisión.
El de mayor trascendencia por su número y repercusión
internacional ha sido el surgimiento del EZLN en México en 1994, fecha en que
entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio con sus vecinos del norte. Proponían
el cambio social sin la toma del poder. Primer movimiento anti globalización.
Entrado el siglo XXI parece vislumbrar un cambio de época,
con gobiernos que pusieron la visión en la necesaria creación de aquella
“Patria Grande” de Bolívar y San Martin. Dejaron de mirarse “en el espejo del amo”
como supo decir Eduardo Galeano. Y entonces Lula, Kirchner, Evo, Chávez y “el
ALCA al carajo!!”
El panorama actual del sindicalismo argentino es más
impredecible de lo que parece, por lo menos en su relación con “los peronismos”.
kirchnerismo, hoy Cristinismo, es un fenómeno que según los analistas, no
encaja en ningún parámetro de la ortodoxia sociológica y politológica y que no
tiene parangón en ninguna parte del mundo.
¿Qué rumbo tomará el sindicalismo argentino conducido por los
Moyano, Pedraza, Barrionuevo, Benegas?
Además de la escasa renovación en la dirigencia poco han
implementado en sus estrategias que siguen siendo las viejas de colaboración o
enfrentamiento. También mantienen sus viejas estructuras. En primer lugar un
sindicalismo que, salvo excepciones, es verticalista, acumulador de poder,
escasamente democrático, negador del rol de las minorías (esto incluye a las
mujeres), oscuro en el manejo de las obras sociales que en el peor de los casos
derivó en el negocio criminal de los “medicamentos truchos”. La violencia
sindical implementada por la utilización de patotas que responden al líder, de
la cual el asesinato de Mariano Ferreira es solo el último.
Pero entre las excepciones, la CTA viene desarrollando un
intenso trabajo para unificar las demandas de los sectores populares con la de
los excluidos del sector formal de trabajo.
¿No será la hora para que las excepciones del sindicalismo
argentino se conviertan en la regla?
La ofensiva contra el “cristinismo” es una mezcla de
economicismo muy débil y un fuerte sacudón político. ¿Seremos testigos de la
ruptura de una alianza histórica entre sindicalismo-peronismo? O por el
contrario, ¿surgirá una CGT paralela capaz de equilibrar la balanza a favor del
gobierno? La democratización de los sindicatos además de necesaria, puede ser
un arma de doble filo, más aun si no se trabaja conjuntamente entre las bases,
la dirigencia y el poder político. ¿Será un potente discurso que lo único que
busca es la trasferencia de poder entre los sindicatos? Desde el gobierno se
los acusa de desestabilizar ¿Acaso sería la primera vez que lo hacen? La
discusión está planteada, el intercambio de palabras se parece más a un
monologo que a un dialogo. Resurgen expresiones como “gobernabilidad” (acuñada
en tiempos de Menem para justificar los ajustes y las privatizaciones) que al
parecer ha dejado de ser patrimonio exclusivo de la derecha.
Desde los comienzos de la organización del movimiento obrero,
el camino recorrido por los sindicatos ha sido sinuoso y no exento de escollos.
Las conquistas obtenidas por los trabajadores inmensas. Mucho se ha conseguido,
es verdad y también queda mucho por hacer; empezando por legitimar la
ostentación del título de representantes de los intereses comunes de los
trabajadores.
Nadie pone en duda que el sindicato es una categoría socio-
histórica y que, como tal, sufre ambiguos procesos de formación y transformación
a medida que hace su historia y se transforma la sociedad de la que es
expresión parcial.
Forman parte de la historia de una sociedad concreta, que se
encuentra a su vez en continuo proceso de cambio, y el contexto en que se
desarrollan impone límites y restricciones a sus estrategias.
No se intentó en estas páginas poner en categorías de
"bueno" y "malo" a los sindicatos ni a sus estrategias y
formas de actuación. Sí poner en relieve, por un lado, la posibilidad de ver
que en nuestro país han existido cambios sustantivos que fueron acompañados por
actores sociales que, al mismo tiempo, y como si se tratara de una burla del
destino, se han visto claramente perjudicados. Nos referimos al conjunto de los
trabajadores y sus organizaciones.
Los costos políticos internos pagados por el sindicalismo
argentino ha sido, creemos, demasiado alto: desafección de las bases, caída de
la participación, desaparición de listas alternativas, baja participación en
las elecciones. Costos que, por otro lado, presumimos, no se compensan con los
beneficios que pudo haber obtenido.
Por otro lado creemos que sí hubieron dirigentes gremiales
dispuestos defender el interés de sus representados, no por su “bondad”, sino
por contar con canales abiertos de participación y discusión que hacen
imposible la imposición unilateral de decisiones y estrategias.
No ha sido con palabras, sino con su acción que han puesto en
relieve un legado político que los explica en tanto imagen de una historia
vivida.
Autor: García Adrián.
BIBLIOGRAFÍA ·
· “Historia Latinoamericana 1700-2005”.
Gallego, Eggers-Brass, Gil Lozano.
Editorial Maipue.
· “Estudios sobre los orígenes del peronismo”
Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero.
Editorial siglo veintiuno editores Argentina.
· “Historia de América Latina” “Política y sociedad desde 1930”
Leslie Bethell. Tomo 12.
Editorial Cambridge University Press. Crítica.