La segunda etapa colonialista se
manifiesta a mediados del XIX, cuando Europa estaba en pleno proceso de
Revolución Industrial. Se genera así un “nuevo Pacto colonial” o “Pacto
Neocolonial”, en el que las potencias no sólo compran las materias primas
latinoamericanas, sino que vuelcan aquí sus numerosos productos (manufacturas
de origen industrial). Latinoamérica ingresa así al nuevo mercado mundial, en
el marco de la 2da Fase de la Revolución Industrial, formando parte del proceso
denominado “División Internacional del Trabajo”.
Pero para que se establezca esta
relación –claramente desigual- se hace necesario crear intereses locales en los
países dominados, con el objetivo de constituir elites dirigentes que se vean
favorecidos por el nuevo intercambio. La asociación de intereses entre los
gobiernos de las potencias centrales y algunos sectores residentes en América
es lo que se denomina Pacto colonial. Así como en el primer pacto, existieron
sectores que se vieron favorecidos por el monopolio comercial español y se
enriquecieron y fueron partícipes del sistema; en el nuevo pacto colonial
(neocolonial) también existieron elites dirigentes relacionadas con el mercado
externo que favorecieron su instalación.
En este nuevo sistema implantado,
podemos encontrar diferentes elementos constitutivos:
a) Instalación del modelo agroexportador.
b) La propiedad y el uso de la tierra.
c) La mano de obra.
d) Capitales, inversiones e infraestructura.
e) Producción.
Analizaremos aquí el primero de los elementos,
para luego, en próximas entregas, poder desarrollar al resto….
La consolidación del modelo agro-minero
exportador
El panorama que se acaba de
describir se vio vertiginosa y profundamente transformado durante la segunda
mitad del siglo XIX. Tal es así que luego de esta “gran transformación”, hacia
1900, prácticamente no quedaba rincón alguno de América Latina que no estuviera
directa o indirectamente involucrado en una economía capitalista, donde la
apropiación privada de los recursos naturales, la inversión y la obtención de
ganancias, y el trabajo dependiente asalariado, se habían convertido en la
regla. Dentro de este panorama, la producción de materias primas y alimentos
para la exportación se había expandido notablemente convirtiéndose en el motor
dinámico del crecimiento económico en una magnitud muy superior a la que
caracterizaba a aquellos núcleos exportadores heredados de la época colonial.
Esta orientación de las economías
latinoamericanas se explica en el marco de una economía mundial integrada –una
primera versión de lo que hoy se denomina “globalización”- basada en lo que los
analistas definirían como una “división internacional del trabajo”; en ella los
países centrales o desarrollados lograrían posicionarse como productores de
productos industriales que en parte exportarían a los países periféricos
mientras que estos últimos se especializaban en la producción y exportación de
materias primas y alimentos. En América Latina esta integración económica más
plena se dio sobre la base de la existencia de los vínculos previos
establecidos desde los tiempos del orden colonial español y portugués. Roto el
lazo colonial, la vinculación económica se dará entre estados formalmente
autónomos, sin recurrir a nuevas formas de ocupación como las que al mismo
tiempo se daban en Asia y África, si bien habrá en más de una oportunidad
intervenciones políticas y hasta militares.
En esta nueva etapa, América
latina pasará a convertirse cada vez más decididamente en zona reservada a la
influencia británica, y a constituirse en escenario de la lucha entre
influencias viejas y nuevas. Esta lucha se dará en un continente que no sólo es
dependiente de los productos manufacturados extranjeros, sino también cada vez
más dependiente financieramente de los capitales y las inversiones extranjeras.
“Durante este período.
(1880-1930) se da, en general, el debilitamiento de las clases altas
terratenientes frente a los emisarios de las economías metropolitanas. Esto va
acompañado del surgimiento de clases medias urbanas, cada vez más exigentes, y
un incipiente proletariado surgidos de una economía más moderna. Las
consecuencias de estas presiones es un proceso de democratización; este se da
mediante el sufragio universal en Argentina, Uruguay y Chile, o
revolucionariamente como en México. Esta democratización no choca con el orden
neocolonial, se da dentro de él y es por eso que la crisis de 1930 afecta a todos:
democráticos y autoritarios.” (Halperín Donghi).
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
- Carpetas docentes de Historia.
FaHCE-UNLP
- HALPERIN DONGHI, Tulio; Historia
contemporánea de América Latina.
- Historia Latinoamericana
1700/2005, Maipue, Bs. As., 2007.
GALLEGO,
EGGERS-BRASS, GIL LOZANO
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