martes, 12 de marzo de 2013

LOS 60, CUANDO LAS UTOPÍAS ERAN POSIBLES

Los años ’60 fueron escenario de importantes cambios en la cultura occidental. Estos cambios, protagonizados por los jóvenes, se tradujeron fundamentalmente en nuevas prácticas culturales en diversas dimensiones de la experiencia social. La expansión del rock and roll, la minifalda, el pelo largo en los varones, la llamada “liberación femenina“, la aparición de las pastillas anticonceptivas y las libertades sexuales, representan muy bien un clima de época caracterizado por el rechazo o el cuestionamiento -fundamentalmente por parte de los jóvenes de los sectores medios- de los modelos socioculturales heredados. Es en este sentido que podemos hablar del surgimiento de una generación: los jóvenes de la década del ’60 construyeron y compartieron una cultura diferenciada y hasta en fuerte oposición a la de sus padres y abuelos.
Esta nueva cultura no fue compacta ni monolítica. Esta heterogeneidad podría representarse, tan sólo a modo de ejemplo, a través de tres iconos de época: el joven hippie pacifista oponiéndose a los modelos de consumo de la sociedad norteamericana; el joven guerrillero combatiendo las estructuras económicas y políticas en los países latinoamericanos; el joven intelectual bohemio de las ciudades europeas descartando el pensamiento “tradicional y anquilosado” impartido en los claustros universitarios.
Lo más probable es que los valores, la estética y las prácticas encarnados en cada uno de esos “iconos” hayan coexistido y se hayan conjugado de manera particular en cada uno de los sujetos. Es probable, también, que las contradicciones y los contrasentidos hayan habitado muchas de estas conjugaciones.
Todas estas manifestaciones tuvieron, sin embargo, elementos comunes que caracterizaron la época: la rebeldía, la búsqueda de lo nuevo y lo creativo, el cuestionamiento de los poderes instituidos, el rechazo a la “forma de vida y la moral burguesas”, la lucha contra los autoritarismos, los convencionalismos y toda forma de opresión, la certeza de que las utopías eran posibles. Se caracterizaron, en definitiva, por un espíritu contestatario, libertario y vanguardista. De ahí que las ideas de “liberación” y de “vanguardia” inundaran, de alguna manera, el lenguaje de la política, del arte, de las costumbres.
Las tradiciones ideológico-políticas también recibieron el embate de esa exigencia de renovación. En este último caso, podría decirse que el marxismo clásico y el “socialismo real” -representado por el modelo soviético- constituyeron uno de los blancos privilegiados de las críticas, dejando al descubierto que las premisas ideológicas y las prácticas políticas, de lo que ya comenzaba a nombrarse como “vieja izquierda” o “izquierda tradicional”, ya no podían representar ni contener las ansias revolucionarias de la hora; y esto porque, entre otras cosas, también aquellas izquierdas habían dado lugar a los autoritarismos y dogmatismos tan cuestionados.

BIBLIOGRAFÍA:

DE MEMORIA. Testimonios, textos y otras fuentes sobre el Terrorismo de Estado en Argentina. Vol. 1: La Primavera de los Pueblos. La movilización política y social de los tempranos setenta. Asociación Civil Memoria Abierta. Bs. As, Secretaría de Educación, Gobierno dela Ciudad de Buenos Aires. Asociación Civil Memoria Abierta, 2005.

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