Los años ’60 fueron escenario de
importantes cambios en la cultura occidental. Estos cambios, protagonizados por
los jóvenes, se tradujeron fundamentalmente en nuevas prácticas culturales en
diversas dimensiones de la experiencia social. La expansión del rock and roll,
la minifalda, el pelo largo en los varones, la llamada “liberación femenina“,
la aparición de las pastillas anticonceptivas y las libertades sexuales,
representan muy bien un clima de época caracterizado por el rechazo o el
cuestionamiento -fundamentalmente por parte de los jóvenes de los sectores
medios- de los modelos socioculturales heredados. Es en este sentido que
podemos hablar del surgimiento de una generación: los jóvenes de la década del
’60 construyeron y compartieron una cultura diferenciada y hasta en fuerte
oposición a la de sus padres y abuelos.
Esta nueva cultura no fue
compacta ni monolítica. Esta heterogeneidad podría representarse, tan sólo a
modo de ejemplo, a través de tres iconos de época: el joven hippie pacifista
oponiéndose a los modelos de consumo de la sociedad norteamericana; el joven
guerrillero combatiendo las estructuras económicas y políticas en los países
latinoamericanos; el joven intelectual bohemio de las ciudades europeas
descartando el pensamiento “tradicional y anquilosado” impartido en los
claustros universitarios.
Lo más probable es que los
valores, la estética y las prácticas encarnados en cada uno de esos “iconos”
hayan coexistido y se hayan conjugado de manera particular en cada uno de los
sujetos. Es probable, también, que las contradicciones y los contrasentidos
hayan habitado muchas de estas conjugaciones.
Todas estas manifestaciones
tuvieron, sin embargo, elementos comunes que caracterizaron la época: la
rebeldía, la búsqueda de lo nuevo y lo creativo, el cuestionamiento de los
poderes instituidos, el rechazo a la “forma de vida y la moral burguesas”, la
lucha contra los autoritarismos, los convencionalismos y toda forma de
opresión, la certeza de que las utopías eran posibles. Se caracterizaron, en definitiva,
por un espíritu contestatario, libertario y vanguardista. De ahí que las ideas
de “liberación” y de “vanguardia” inundaran, de alguna manera, el lenguaje de
la política, del arte, de las costumbres.
Las tradiciones
ideológico-políticas también recibieron el embate de esa exigencia de
renovación. En este último caso, podría decirse que el marxismo clásico y el
“socialismo real” -representado por el modelo soviético- constituyeron uno de
los blancos privilegiados de las críticas, dejando al descubierto que las
premisas ideológicas y las prácticas políticas, de lo que ya comenzaba a
nombrarse como “vieja izquierda” o “izquierda tradicional”, ya no podían
representar ni contener las ansias revolucionarias de la hora; y esto porque,
entre otras cosas, también aquellas izquierdas habían dado lugar a los
autoritarismos y dogmatismos tan cuestionados.
BIBLIOGRAFÍA:
DE MEMORIA. Testimonios, textos y
otras fuentes sobre el Terrorismo de Estado en Argentina. Vol. 1: La Primavera
de los Pueblos. La movilización política y social de los tempranos setenta.
Asociación Civil Memoria Abierta. Bs. As, Secretaría de Educación, Gobierno
dela Ciudad de Buenos Aires. Asociación Civil Memoria Abierta, 2005.
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