Por otro lado comienzan a
esbozarse una serie de medidas que en ninguno de los dos países forman aún una
política coherente, que significa, por un lado una mayor participación del
Estado en el manejo de la economía, un mayor peso del mercado interno y un
nacionalismo económico que aún no deja de ser un recurso retórico más. Da
comienzo así un proceso de industrialización substitutiva de importaciones que
aún no va más allá de la complementación con la economía agroexportadora, pero
que va sentando las bases de un proceso de industrialización duradero, que
tomara diferentes caminos en Brasil y Argentina.
Este dirigismo estatal favoreció
la consolidación de una sector económico urbano – industrial formado por grupos
no directamente vinculados al sistema exportador – importador (dirigidos
principalmente al consumo interno) que
fue un valioso aliciente para la formación de una clase industrial.
La etapa del ISI se caracterizó
por un doble movimiento convergente: la expansión de la participación estatal
en la economía y el robustecimiento de una burguesía industrial, participantes
ambas en la creación de áreas nuevas de inversión, concentradas alrededor de la
industria básica y de las obras de infraestructura en donde fue acentuada la
participación estatal. Este desarrollo industrial acrecentó la formación de una
clase obrera industrial, y fomento la inmigración campo-ciudad, conformando
sociedades urbanas de masas, basadas en economías insuficientemente
industrializadas.
El rápido crecimiento de la
urbanización y de la industrialización cambió la distribución existente de poder político y sentó las bases
para la aparición de las grandes coaliciones populistas de estos dos países.
Ambos movimientos parten de un
planteo inicial bastante similar, articulado a través de una activa política
industrialista, una mayor participación de los sectores trabajadores, la
implementación de políticas de bienestar social generalizadas y una retórica
nacionalista en la economía.
Si por un lado la crisis
económica del modelo agroexportador y cafetalero-exportador impulsa políticas
más industrialistas, esta crisis va acompañada de la crisis del modelo de
democracia adulterada oligárquico, que en 1930 es evidente en ambos países. La
aparición del populismo simboliza esta imposibilidad, es el mediador que opera
la incorporación popular, evitando la revolución social, en el caso de Brasil
esta incorporación queda reducida a las clases medias, y a un pequeño sector
obrero industrial incipiente, en la Argentina a partir de la experiencia
peronista se extiende a sectores populares urbanos más amplios.
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