martes, 12 de marzo de 2013

ENSAYO SOBRE SINDICALISMO

INTRODUCCIÓN
Las dificultades que plantea el uso de las palabras "clase trabajadora" o "movimiento obrero" al hablar, o mejor escribir, de la historia de América Latina a partir del año 1930 resulta una tarea  compleja.
En primer lugar porque la utilización del término clase trabajadora, supone una homogeneidad de origen social, actitud, organización, imposible de justificar en muchos casos. En otros, como en el caso de Argentina o Chile, un fuerte sentimiento de identidad de clase estuvo vinculado a claras orientaciones políticas.
Lo cierto es que ciertas categorías o grupos de trabajadores terminaron definiéndose, o siendo definidos por otros, como una clase trabajadora y las consecuencias de esa definición cultural afectaron y modificaron su forma de pensar el mundo y actuar en él. 
Sin embargo muchos trabajadores latinoamericanos se veían a sí mismos en términos más difusos, dentro de una categoría social mayor: "los pobres", "el pueblo".
Estas formas diversas de identidad social y sus luchas políticas, han sido un elemento fundamental en la organización del movimiento obrero en América Latina, más precisamente los sindicatos.
Para empezar ¿Que es un sindicato? Veamos su significado etimológico: la palabra sindicato tiene sus orígenes en la antigua Grecia. Síndico es un término que empleaban los griegos para denominar al que defiende a alguien en un juicio. Más adelante se utilizó la palabra síndico para denominar aquello que afectaba a la comunidad o que era comunitario. La palabra está formada por el prefijo syn, que significa "con", más dike que quiere decir "justicia".
Es así como la palabra sindicato deriva de síndico y de su equivalente latino syndicus que significa "con justicia"; así se le designaba a la persona encargada de defender los intereses de un grupo de personas, o sea el procurador dedicado a la defensa de una corporación.
Desde la definición mas estricta del Derecho Colectivo del Trabajo, el sindicato es una forma asociativa con características peculiares que nace del interés colectivo explicito de una pluralidad de personas para llevar adelante la realización de intereses considerados comunes.
Desde los comienzos de la organización, el movimiento obrero debió enfrentar las dificultades planteadas a la hora de desplegar sus estrategias para la consecución del interés común, que se manifestó en tensiones y divisiones organizativas, ideológicas y políticas, además de la persecución y represión por parte de los estados en los primeros tiempos, por ejemplo la llamada “Ley de Residencia” de 1902 que fue utilizada por sucesivos gobiernos argentinos para reprimir la organización sindical de los trabajadores, expulsando principalmente a anarquistas.
La importancia de la política gubernamental siempre ha sido alta para los trabajadores organizados en América Latina y ha hecho que el interlocutor directo fuese el estado más que la patronal. Los actos de los sindicatos han ido dirigidos mayormente al estado, y las estrategias básicamente han sido de enfrentamiento o cooperación.
En los años treinta y cuarenta las exigencias de ampliación de la ciudadanía estuvieron estrechamente vinculadas a las luchas a favor de la institucionalización de los sindicatos obreros, que se consideraron a sí mismos como los representantes de las aspiraciones de una entidad mayor: “el pueblo”. La ciudadanía significaba, además del derecho al voto (masculino), el derecho a la dignidad personal y a un nivel de vida apropiado.
¿Es posible comprender en la actualidad el presente del sindicalismo Latinoamericano, de cara a una integración regional tanto tiempo negada como impedida? ¿Cuál ha sido el devenir histórico de un movimiento que ha debido enfrentar desde la prohibición hasta la sumisión por parte de los estados? ¿Cómo han podido “sobrevivir” a la sangrienta represión desplegada por las ultimas dictaduras militares desaparecedoras?  ¿Fueron capaces de detener o atenuar el arrollador embate del neoliberalismo privatizador de empresas y precarizador del trabajo?
En este sentido los sindicatos en Latinoamérica han tenido en las últimas décadas desafíos, sino comunes, al menos similares. Sin embargo las respuestas a estos desafíos han sido diferentes. ¿Por qué? Más allá de los resultados concretos de estas respuestas, ¿qué es lo que nos puede dar una pista para intentar explicarlas? El modelo sindical construido históricamente en cada caso, puede ser una respuesta a estas preguntas y comenzar a darnos pistas para explicar el porqué de respuestas diferentes ante un mismo desafío.


DESARROLLO

Las repercusiones políticas de la crisis económica de 1929 afectaron profundamente a la población trabajadora de América Latina al surgir la industrialización por sustitución de importaciones, cambiando la manera de centrar la atención en los conflictos políticos y económicos.
En el terreno político se lanzó una ofensiva general contra la dominación oligárquica y los sindicatos debieron reorientarse de acuerdo con estos nuevos movimientos políticos.
En Argentina los gobiernos conservadores dominaron la escena política durante la “década infame” que se extendió desde 1930 hasta 1943, y se opusieron a la idea de que los trabajadores participaran en la vida política. Sin embargo en el año 1930 es fundada la Confederación General del Trabajo (CGT) al fusionarse las centrales preexistentes. Durante esta época los sindicatos se mantuvieron a la defensiva y el número de sus afiliados era relativamente escaso. A partir de 1943 se iniciara un crecimiento ininterrumpido debido en parte al crecimiento de la industria y a la institucionalización de las relaciones laborales por medio del Departamento de Trabajo.
Durante ese periodo los líderes socialistas ocuparon la posición dominante dentro del sindicalismo argentino, sobre todo en los sindicatos ferroviarios. Pero también los comunistas lograron un avance importante en los sindicatos de la industria cárnica, la construcción, textiles y metalúrgicos.
Fueron épocas de transformación social y cultural de la clase trabajadora argentina. Al cesar la inmigración masiva de europeos y el aumento de la migración a Buenos Aires desde el interior del país; lo que el historiador Romero ha llamado la sociedad de masas.
Atrás quedaba la fase de un “sindicalismo heroico”, combativo y contestatario formado por inmigrantes de la Europa pobre, que venían huyendo del hambre pero también de las experiencias autoritarias en sus países de origen, y que trajeron consigo un rechazo casi genético a la autoridad y que protagonizaron reclamos organizados inéditos en el contexto latinoamericano como las huelgas de la Patagonia liderada por los anarquistas.
Cuando Perón asumió la Secretaria de Trabajo y Previsión en 1943, estableció una serie de derechos laborales y logro encolumnar a casi todos los sindicatos bajo el paraguas del estado.
Sin llegar al extremo de Vargas en Brasil, que se aseguró el control absoluto de los gremios, el primer peronismo logro crear un potente conglomerado de sindicatos adictos que con el tiempo se convirtieron en su principal eje político y organizativo.
La estrategia peronista consistió en hostigar a los sindicatos independientes (léase no peronistas), fundar sindicatos paralelos y utilizar la influencia del Ministerio de Trabajo para recompensar con aumentos salariales a los sindicatos peronistas. El precio pagado por los sindicatos fue la paulatina sumisión al estado y la señal más clara de esto fue la promulgación de los “derechos del trabajador” que no contemplaba el derecho a huelga.
Peronismo y sindicalismo fueron sinónimo durante los 50, por eso fueron el blanco principal de todos los gobiernos autoritarios posteriores a 1955. Sin embargo a diferencia de Brasil, donde el régimen militar quebró de un día para el otro la espina dorsal del sindicalismo varguista, en Argentina logro resistir (véase Resistencia e Integración de Daniel James) y presentar batalla en el heroico “Cordobazo” del 69 con Agustín Tosco a la cabeza. Ni siquiera la última dictadura genocida en los 70 pudo acabar con los gremios peronistas; que resurgieron en la democracia del 83 escasamente renovados.
Revivía así un sindicalismo potente, que puso límites y jaqueó permanentemente al gobierno de Alfonsín.
Mientras que en Brasil el “novo sindicalismo” liderado por la Central Única dos Trabalhadores (CUT) de Lula surgió de la lucha contra la dictadura, en Argentina hubo que esperar hasta la reforma de los 90, para ver un impulso de renovación sindical protagonizado por la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) creada en 1991 por un grupo de sindicatos que pertenecían a la CGT, disconformes con las políticas neoliberales del gobierno de Menem. También en esta sintonía estuvo el Movimiento de Trabajadores Argentinos de Hugo Moyano, una línea interna que sin romper definitivamente con la CGT se opuso a muchas de las políticas de aquellos años. Pero la realidad fue que mayoritariamente acompañaron las reformas del salvaje estilo que caracterizó al neoliberalismo argentino.
¿Representó el sindicalismo argentino los intereses comunes de los trabajadores? Seguramente una respuesta negativa sería un tanto apresurada.
Paradójicamente mientras se registraban cifras que llegaban al 20% de desocupación, también disminuía la conflictividad laboral.
¿Alguien puede negar que los perdedores del nuevo modelo fueron los trabajadores en su conjunto? Seguro que no, pero para no pecar de ingenuos, debemos radicalizar aún más el planteamiento. Intentemos el siguiente: ¿Quiénes fueron los ganadores y los perdedores del nuevo modelo? O para expresarlo en otros términos los beneficiados y los perjudicados.
Basta recordar el desmantelamiento de la red ferroviaria y el aumento del comercio regional en el Mercosur para encontrar a los primeros en el crecimiento del gremio de los camioneros; y el achicamiento del rol del estado para encontrar a los segundos, docentes y estatales. No es casual que la CTA haya surgido de allí.
A esta altura queda claro que el sindicalismo argentino no da puntadas sin hilo. A las clásicas concesiones, por cierto bien peronistas, como el monopolio de la conducción, el control de las obras sociales y el manejo de enormes recursos, surgieron otras nuevas de inspiración menemistas como la participación de los sindicatos en nuevos negocios: trenes, salud, aseguradoras de riesgo de trabajo, etc. Nacía el sindicalista-empresario negociador del sudor de sus representados.
Tras la crisis de los años 2001 y 2002 el país se puso en pie de movilización, se levantaron sus sectores más vulnerados, los pobres más pobres, los in-visibles. Por la misma época en el resto de Latinoamérica y antes también, surgieron los llamados movimientos sociales, que no son representados por ningún sindicato por la sencilla razón de no tener trabajo.
Fueron los protagonistas de las protestas en Cochabamba y el altiplano boliviano en el año 2000 en la llamada “Guerra del Agua” donde organizaciones barriales, campesinas e indígenas  lograron frenar el proyecto privatizador del agua, hasta la que caía del cielo, desplazando a un segundo plano la actuación de la otrora combativa Central de Obreros de Bolivia(COB).
En Argentina “los piqueteros” surgieron en la provincia de Neuquén cuando la estatal YPF paso a manos de la internacional Repsol con la pérdida de miles de puestos de trabajo. El corte de rutas y la quema de neumáticos los colocaron en las primeras planas de diarios y televisión.
El de mayor trascendencia por su número y repercusión internacional ha sido el surgimiento del EZLN en México en 1994, fecha en que entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio con sus vecinos del norte. Proponían el cambio social sin la toma del poder. Primer movimiento anti globalización.
Entrado el siglo XXI parece vislumbrar un cambio de época, con gobiernos que pusieron la visión en la necesaria creación de aquella “Patria Grande” de Bolívar y San Martin. Dejaron de mirarse “en el espejo del amo” como supo decir Eduardo Galeano. Y entonces Lula, Kirchner, Evo, Chávez y “el ALCA al carajo!!”
El panorama actual del sindicalismo argentino es más impredecible de lo que parece, por lo menos en su relación con “los peronismos”. kirchnerismo, hoy Cristinismo, es un fenómeno que según los analistas, no encaja en ningún parámetro de la ortodoxia sociológica y politológica y que no tiene parangón en ninguna parte del mundo.
¿Qué rumbo tomará el sindicalismo argentino conducido por los Moyano, Pedraza, Barrionuevo, Benegas?
Además de la escasa renovación en la dirigencia poco han implementado en sus estrategias que siguen siendo las viejas de colaboración o enfrentamiento. También mantienen sus viejas estructuras. En primer lugar un sindicalismo que, salvo excepciones, es verticalista, acumulador de poder, escasamente democrático, negador del rol de las minorías (esto incluye a las mujeres), oscuro en el manejo de las obras sociales que en el peor de los casos derivó en el negocio criminal de los “medicamentos truchos”. La violencia sindical implementada por la utilización de patotas que responden al líder, de la cual el asesinato de Mariano Ferreira es solo el último. 
Pero entre las excepciones, la CTA viene desarrollando un intenso trabajo para unificar las demandas de los sectores populares con la de los excluidos del sector formal de trabajo.
¿No será la hora para que las excepciones del sindicalismo argentino se conviertan en la regla?
La ofensiva contra el “cristinismo” es una mezcla de economicismo muy débil y un fuerte sacudón político. ¿Seremos testigos de la ruptura de una alianza histórica entre sindicalismo-peronismo? O por el contrario, ¿surgirá una CGT paralela capaz de equilibrar la balanza a favor del gobierno? La democratización de los sindicatos además de necesaria, puede ser un arma de doble filo, más aun si no se trabaja conjuntamente entre las bases, la dirigencia y el poder político. ¿Será un potente discurso que lo único que busca es la trasferencia de poder entre los sindicatos? Desde el gobierno se los acusa de desestabilizar ¿Acaso sería la primera vez que lo hacen? La discusión está planteada, el intercambio de palabras se parece más a un monologo que a un dialogo. Resurgen expresiones como “gobernabilidad” (acuñada en tiempos de Menem para justificar los ajustes y las privatizaciones) que al parecer ha dejado de ser patrimonio exclusivo de la derecha.
Desde los comienzos de la organización del movimiento obrero, el camino recorrido por los sindicatos ha sido sinuoso y no exento de escollos. Las conquistas obtenidas por los trabajadores inmensas. Mucho se ha conseguido, es verdad y también queda mucho por hacer; empezando por legitimar la ostentación del título de representantes de los intereses comunes de los trabajadores.
  
Nadie pone en duda que el sindicato es una categoría socio- histórica y que, como tal, sufre ambiguos procesos de formación y transformación a medida que hace su historia y se transforma la sociedad de la que es expresión parcial.
Forman parte de la historia de una sociedad concreta, que se encuentra a su vez en continuo proceso de cambio, y el contexto en que se desarrollan impone límites y restricciones a sus estrategias.
No se intentó en estas páginas poner en categorías de "bueno" y "malo" a los sindicatos ni a sus estrategias y formas de actuación. Sí poner en relieve, por un lado, la posibilidad de ver que en nuestro país han existido cambios sustantivos que fueron acompañados por actores sociales que, al mismo tiempo, y como si se tratara de una burla del destino, se han visto claramente perjudicados. Nos referimos al conjunto de los trabajadores y sus organizaciones.
Los costos políticos internos pagados por el sindicalismo argentino ha sido, creemos, demasiado alto: desafección de las bases, caída de la participación, desaparición de listas alternativas, baja participación en las elecciones. Costos que, por otro lado, presumimos, no se compensan con los beneficios que pudo haber obtenido.
Por otro lado creemos que sí hubieron dirigentes gremiales dispuestos defender el interés de sus representados, no por su “bondad”, sino por contar con canales abiertos de participación y discusión que hacen imposible la imposición unilateral de decisiones y estrategias.
No ha sido con palabras, sino con su acción que han puesto en relieve un legado político que los explica en tanto imagen de una historia vivida. 

Autor: García Adrián.


BIBLIOGRAFÍA  ·      
·         “Historia Latinoamericana 1700-2005”.
Gallego, Eggers-Brass, Gil Lozano.
Editorial Maipue.
·         “Estudios sobre los orígenes del peronismo”
Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero.
Editorial siglo veintiuno editores Argentina.
·         “Historia de América Latina” “Política y sociedad desde 1930”
Leslie Bethell. Tomo 12.
 Editorial Cambridge University Press. Crítica.

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